30.9.08

¿Abril es el mes más cruel?


BELKIS CUZA MALE


Recuerdos, sólo recuerdos. En abril, el mes más cruel según el poema de T.S. Eliot, llegué de Cuba. Un 29, para ser exactos. Hace ya 26 años.
Venía llena de angustias y esperanzas. Con la ilusión y el pesar de saber que había escogido el sacrificio como único modo de salvar a mi familia. En Cuba quedaban Heberto, mi esposo, y mi hija María Josefina, de catorce años.
Asido de mi mano, feliz por lo novedoso del viaje, venía mi hijo Ernesto, apenas de seis años. Ese era un viaje sin regreso, yo lo sabía. Como Hernán Cortés yo había quemado mis naves. No tenía otra alternativa que luchar para sacar de Cuba a Heberto y a mi hija.
Las cosas no son nunca lo que parecen, de modo que a pesar de que removí cielo y tierra para lograr que Padilla, el poeta de Fuera del juego, pudiera abandonar la isla, la pesadilla no terminó ahí. Porque el gobierno cubano sabe cuándo afloja y estira la cuerda, mi hija tuvo que permanecer catorce años en la isla. Casi los mismos que había tenido que esperar yo para reunirme en Miami con mi madre. Esta es la cadena interminable que el señor Castro nos ofrece cuando no aceptamos su dictadura.
Miami está llena de historias parecidas, de familias cercenadas, destruidas, separadas en vida. Los cementerios del mundo son el mejor archivo de nuestro dolor personal y como nación. La patria es el corazón deshecho que conservamos en una caja de zapatos junto con las cartas y fotos de los difuntos queridos.
La isla es un recuerdo, una lejanía. Otro cementerio donde descansan familiares y amigos queridos: el pintor José Cid, el escritor Virgilio Piñera, el novelista y poeta José Lezama Lima, la poeta María Villar Buceta, el ex comandante y ex ministro Alberto Mora, el pintor Ramón Loy y --por qué no-- el poeta Nicolás Guillén. Ellos y cientos de otros.
No he vuelto a Cuba ni sé si volveré algún día. Casi que no me inquieta la idea. Texas es ahora mi residencia. Tras casi diez años acá, y diez y seis entre New Jersey y Miami, Cuba es una llamita perenne, en medio de esta otra realidad. Se puede vivir, pero no se puede olvidar. ¿Y quién va a olvidarse de Cuba? Si algún día comenzaran a borrárseme sus contornos, su historia, su gracia
única, sus olores y colores, habría siempre alguien dispuesto, como mi amigo René Abella, a recrearme la historia de su pueblo, Banes. O recibiría un mensaje electrónico de Franco, desde California, con sus historias siempre tan cubanas. O de pronto mi amigo Gustavo Carmona, a unas millas de mi casa, me llamaría para darme noticias de primera mano. Porque el olfato nunca le ha fallado. O acá, el doctor Eloy González, convertido por obra del destino en cronista de su tiempo, tocaría a mi puerta para adelantarme su próximo artículo. O mi querida amiga Karim Aldrey, pintora y escritora, me tomaría de la mano para mostrarme, como una peregrina en busca de su alma, ese malecón entre brumas que ella, como todos, veneramos. Porque estos ventiséis años de ausencia son también años de crecimiento, de podas, de cercanías a otra imagen del mundo, pero no de olvido. Se puede estar sin estar, que es lo que nos sucede a los cubanos.
Vivimos recreando el pasado. Un pasado único y eterno que cada uno escribe con su propia sangre.
Aquí en mi portal hay un frasco con tierra negra de Cuba que me dejó mi hermano cuando se marchó a la Florida, y un helecho que me recuerda los míos, y geranios como los de mi balcón habanero. Pero si algo quisiera tocar de nuevo es el rocío de las madrugadas cubanas, allá en el antiguo Central Ermita, hoy destruido por la tiranía, pero conservado intacto en la memoria. ¿Quién puede arrancar la memoria?
Habrá quien se pregunte si valió la pena este viaje. El destino es un viaje hacia el presente. Yo escogí el mío. Tengo mucho que agradecer a Dios --y a este país, mi segunda patria--, en especial la libertad y el poder soñar. El balance es positivo. Adiós le he dicho a Heberto Padilla, el poeta muerto. Adiós a Martha Padilla, su hermana, también poeta; a Mercita Borrero, en un cementerio de Miami, y a tantos otros, entre los que se cuentan Roberto y María, mis padres. Todos ellos han ido dejando de ser para ser de Dios. Y Cuba, lo soñado, ya no existe más que en nuestra memoria personal.

Belkis Cuza Malé
Poeta, escritora, pintora, ensayista, periodista,
Directora de los proyectos "La Casa Azul"
y "Linden Lane Magazine".
Ha publicado varios libros.
Es columnista del Miami Herald.