30.9.08

Imago

El crucigrama taladra su única palabra: polvo. Despunta un as, el dado, la mano, una moneda… Cara o cruz el tiempo que vendrá, sus calles veteranas, el propileo cuajándose en vacíos, ventanas como costurones, y el temor, que atisba el paso calculado de la sombra, habrá de poseernos.

Posponer la señal, asaltar la biosfera y robar de la espesura el cristal donde no ver se habrá convertido en algo menos doloroso. Surcar el tiempo hasta lograr el veredicto del cachumbambé, atravesar el anillo de la enjundia, ajustar la inteligencia al límite de una espira, correr la cuerda en el pescuezo al animal que somos. Una corbata en la lengua, el cinturón que oprime lo inconmensurable, la ingestión que duele a la entelequia en su costal de espasmos -ya lo hemos recorrido, déjà vu, antes de ser olvido.

Satura, nido adentro, ese relincho de gallina que se incrusta al alma ahorcada con su entraña. Apenas sin voz sucede la palabra hombre. La palabra pez, el perro adlátere de los zapatos ciegos, el cuarzo como lágrima que no cayó y nos apuñala, son punto y aparte en la culebra que reverbera en la marcha.

Frutos cenicientos. ¿Qué hacer? Con tanta podredumbre, tal vez un solitario paraíso frío como la tierra. Guerra, consonante, cielo; virulento cielo cuesta abajo aplastándonos sin que cubra la estocada que degüelle el capitel del tiempo; su cabeza descosida bamboleándose. La cucaracha reina en su escabel. -¡Tierra a la vista!, criandera de muertos-. Sus alas se pudrieron en el mosquitero de la historia.

El candelabro huérfano de indicios enfrenta un corredor de puertas. Puertas muertas. ¡Asesinos!, las horcas se desnudan frente al túnel de los árboles talados, las murallas sin frenos nos devoran incestuosamente. Hay desconcierto. Y de los puentes colgantes en remozada batalla de escombros, alguna vez saldrá otra dictadura.Alcuza herrumbrosa en la cremallera de la tradición, el sol atrincherado no amamanta, ni la lluvia entiende el llanto desnudo de la seca clavando sus colmillos al fuego de la prehistoria.

Desterrar la flor una vez más para morir cuando alguien diga: -¡Que no muera!- Como el sacrificio en asonante mar encrucijado, despojada de dios, canta senectud una bandera, vía crucis de balas por los pasadizos de la gloria, se destila el miedo que habrá de ametrallarnos.

María Eugenia Caseiro
Poeta cubana residente en Estados Unidos.
Ha publicado en diferentes antologías,
publicaciones periódicas y electrónicas.
"Premio Jorge Luis Borges" de Poesía.