2.10.08

Poeta que vive


Cubrieron su tumba
con polvo de laurel.
Nuestras musas jóvenes
recuerdan sus papeles de sangre azul.
Y todos los pájaros guardando
aquellos labios que supo el arte besar.
En cada flor adánica brota su carne, la tierra
tiene el barro verbal de sus años;
cabellos de nube blanca, espalda
corvada como alfanjes estériles, y aquella mirada
empapada en sabio sigilo de biblioteca.
Allí donde el tiempo veía luz. La muerte
ha susurrado su orden entre los ojos cerrados:
Dos puntos al final del libro jeroglífico de la vida.
Atrás las mesas
de la suntuosa palabra, los lirismos báquicos,
camaradas y discípulos en poemas
que labraron las piedras del amor;
velas como miel ardiente, hasta ser sopladas
en la noche, llagada por las heridas del sueño.
Luna en que lloró su canto nevado;
y ojos a los cuales alumbrara el sol
de las visitadas lejanías, donde Babel prosperó
las razas de las deidades polisémicas;
venas mezcladas de néctar y de vino, sangres apolíneas.
Los dioses extenuaron la noche;
sisean oscuras brisas, la negra voz del cielo.
Cantó la carne y el alma; el mar,
en la majestad de su soledad verde y azul.
Extensas aguas poseyendo sus sueños,
las noches, heladas
cual la memoria de un bronce, o calientes;
igual que la mística esperanza, sojuzgando
la belleza necia de la matemática.
Esperanza de solio celeste. Ocupado,
cierto, salvador. Cerró los ojos
como el oro en crepúsculo
de las monedas en sus párpados.
Tierra que mecerá cunas de sobra mortuoria;
sal blanca en la cruz, huesos en la pálida ceniza.
Tintero y pluma, con hambre bajo la blanca luna,
igual que una página vacía. Pero la tierra
escribe su cuerpo,
donde la muerte vive, vive, vive.


Daniel Alejandro Gómez
Escritor, poeta y dibujante argentino
residente en España.
Su obra literaria se encuentra dispersa
en publicaciones electrónicas e impresas
y ha sido traducida al italiano.
Finalista de certámenes literarios.